Por Aliosha Bazaes
La químifobia, definida como el miedo irracional a los productos químicos [1], es algo ya arraigado en nuestro imaginario colectivo, es ya algo tan natural que es posible observarlo al simplemente ir de compras a un supermercado, ya que no es de extrañar que muchas marcas y productos especifiquen en sus etiquetas que no contienen químicos, “libres de pesticidas”, son “orgánicos”, “naturales” o bien que dejaron de contener algún producto como el tan usado “libre de parabenos” en los productos cosméticos. En estos tiempos en que está de boga la comida saludable y el volver a lo natural, los productos químicos se presentan como los grandes enemigos que deben ser eliminados a cualquier costo, así como se inculca el temor a la química, tildándola de una ciencia de demasiada complejidad y/o peligrosa. Al decir que somos químicos, no son poco comunes las expresiones tales como “No me gusta la química, es muy difícil.”, “Siempre me fue mal en Química en el colegio” y un largo etcétera. Sin embargo esta fobia es bastante curiosa, ya que es literalmente imposible eliminar los compuestos químicos de nuestra vida y la principal diferencia que hace es entre “sintético” y “natural”, siendo lo primero la causa de innumerables males y lo segundo la panacea.
Para intentar dar una explicación a este fenómeno lo dividiremos es en dos fuentes, primero revisando este temor desde el ámbito social y luego enfocándonos en el temor de consumir químicos por el efecto perjudicial para el organismo.
En el ámbito social, la facilidad de información ha jugado un rol trascendental, debido a la masificación de los medios de comunicación durante la segunda mitad del siglo XX y la arremetida de internet a fines de este, permitieron que gran parte de la población tuviese acceso a la información de una manera que sólo se había visto anteriormente con Guttenberg y la imprenta [2]. La información tanto científica como general, se actualiza constantemente, la posibilidad de desconocer hechos relevantes en cualquier parte del mundo se reduce casi a cero, lo que aumenta la posibilidad de que la gente se forme una opinión propia de manera muy rápida y directa y, por que no decirlo, muchas veces con falta de fundamentos. ¿Cómo influye esto en la generación de la Químifobia? En la relevancia de la información: Para un Químico puede ser muy importante el descubrimiento de, por ejemplo, los fulerenos , el año 1985 [3], por sus propiedades y aplicaciones, pero para el resto de la comunidad “no-científica” la relevancia de este descubrimiento es casi nula, pasando casi como una curiosidad, en cambio los desastres tienen un peso mediático gigantesco. Un ejemplo de esto en nuestro país son dos sucesos ocurridos en los años 90′s, por un lado se recuerda el incendio ocurrido el 17 de diciembre del año 1995, de las empresas Mathiensen Molypac, en la comuna de Lo Espejo, donde la nube de humo se veía desde todo Santiago [4] y lamentablemente falleció una persona, incendio que tuvo un amplio impacto mediático, sin embargo no se recuerda que el Premio Nacional de Ciencias Naturales del año 1998 lo obtuvo el Dr. Juan Antonio Garbarino Bacigalupo, Químico, por sus grandes aportes a la ciencia del país, dentro de los que se encuentran las investigaciones relacionadas con aspectos liquénicos (moléculas utilizadas o producidas por el metabolismo de los líquenes, que generan protección contra enfermedades, luz UV y hasta radiación) y el efecto de la acción luminosa causada por el agujero de ozono [5]. Esto se replica de igual forma en todo el mundo, el año 1984 se produjo el mayor desastre químico en India, ciudad de Bhorpal, donde un escape de gas tóxico (isocianato de metilo) provocó la muerte de más de cinco mil personas [6], incluso siendo este hecho nombrado como una de las mayores catástrofes provocadas por el hombre, sin embargo nadie recuerda que el mismo año 1984 Robert Bruce Merrifield ganó el premio Nobel de Química por el desarrollo de un método simplificado para producir péptidos y proteínas, haciendo posible la exploración de las bases estructurales de la actividad enzimática, hormonal y de anticuerpos, avances que han propiciado el desarrollo de muchos nuevos fármacos. El impacto del descubrimiento del Dr. Merrifield en la química de biomoléculas ha sido comparado al que realizó Henry Ford con el método de la producción en cadena en la industria automotriz [7].
La ciencia ficción también ha ayudado a discriminar a la química como una ciencia peligrosa, ya que la figura del científico loco con bata de laboratorio y matraces humeantes de colores brillantes es todo un clásico, con personajes tales como el Dr. Fu Manchu, el Dr. Jekyll o Griffin en “El hombre invisible”, todos villanos que mediante brebajes, venenos y pociones traman sus objetivos. En la ciencia ficción actual, plagada de superhéroes, antihéroes y villanos, tenemos los accidentes químicos, con Daredevil, Flash, el Joker (más conocido acá como Guasón). También como no nombrar al favorito de muchos: Walter White, profesor de química que por culpa del cáncer comienza a producir meta-anfetaminas, mata a sus enemigos con compuestos químicos y disuelve cuerpos en ácido. Si lo vemos desde este punto de vista: accidentes, fórmulas que cambian la personalidad, producción de drogas, pérdidas de cordura y afanes de conquista, sumado a lo que se ve en los medios, no es de extrañar que una de las primeras cosas que se nos pregunta a los químicos es si se sabe fabricar bombas o drogas y exista un temor subyacente hacia nuestra profesión.
El último culpable social de la llamada fobia son los más inesperados: los Químicos. La Química como ciencia no llama la atención si no hay lindos cambios de colores, emanaciones de humos, pequeñas explosiones y combustiones. Existe un excelente artículo publicado en un medio internacional que habla de este fenómeno en el que se explica que la atracción por la química va ligada al espectáculo que puede generar, el link lo puede encontrar en las referencias [8].
Lamentablemente este factor social es difícil de eliminar, la mayor complejidad de esto es que han sido años de condicionamiento de la sociedad en su conjunto. Sin embargo el aspecto social por si sólo no tiene un efecto repulsivo tan grande como el estar consumiendo “químicos” en nuestros alimentos o vernos expuestos a ellos sin saberlo.Es en este aspecto en que se muestra la quimifobia en todo su esplendor, la llamada comida naturista u orgánica ha llegado para salvar a todos aquellos que temen estar perjudicando su organismo al consumir preservantes, estabilizantes o trazas de pesticidas.
El movimiento naturista nació en respuesta a la “Revolución verde”, método de industrialización de la agricultura desarrollado desde la década de los 40´s a los 70´s para aumentar la producción de los cultivos. Esta práctica se caracteriza por el monocultivo (cultivar solamente una especie vegetal en un terreno durante todo el año), el fuerte uso de fertilizantes y plaguicidas y la utilización de semillas de variedades mejoradas [9]. Con ello se logró aumentar la producción de dos a cinco veces en comparación con los cultivos tradicionales. A modo de ejemplo, las producciones de trigo en México aumentaron de 750 kg por hectárea en 1950 a 3200 Kg por hectárea en 1970, sin embargo, a pesar del gran aumento productivo, el proceso no estaba lejos de controversias. La que más nos compete en el tema es la que surgió a raíz del libro “The Silent Spring” de la Bióloga Rachel Carson, publicado en 1962 y que advertía los efectos nocivos de los pesticidas. Tan fuerte fue el impacto de este libro de divulgación científica que se considera que fue el catalizador para que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos regulara el uso de pesticidas y se sentaran las bases para lo que actualmente es la Agencia de Protección Ambiental (EPA) [10].
A pesar de que Carson tuviese razón y que los pesticidas usados en esos momentos (DDT y lindano) fuesen altamente persistentes, tuviesen un alto impacto mediambiental y realmente fueran nocivos, el movimiento que surgió a raíz de ello comenzó a ver todo lo que contuviese algún compuesto químico como algo malvado. Un ejemplo bastante actual es el del glutamato monosódico, condimento muy utilizado en comida china y peruana, más conocido por el nombre de la compañía que lo produce: Ajinomoto. Simplemente al buscar en Google “Glutamato monosódico” podemos observar miles de entradas advirtiendo el gran peligro de consumir esta sustancia (dolores de cabeza, migrañas, espasmos musculares, nausea, alergias, anafilaxis, ataques epilépticos, depresión e irregularidades cardiacas) [11], sin embargo este compuesto es generado de forma natural por nuestro cuerpo, se encuentra en altas concentraciones en la leche materna (alrededor de 200 miligramos por kilogramo de leche) y está presente en tomates, algunos quesos, espinacas y champiñones, sólo por nombrar algunos. El LD50 (dosis necesaria para matar al 50% de una población) en ratas para el glutamato monosódico es de 15 a 18 gramos por kilogramo de peso, si extrapolamos esto a un humano de 70 Kg. deberíamos consumir algo más de 1 Kg. de este compuesto puro para tener un 50% de posibilidades de morir, lo que es bastante más que la cucharadita necesaria para que una receta para seis personas de carne mongoliana quede sabrosa [12].
Uno de los culpables de las situaciones como la del ejemplo antes mencionado son los mismos científicos por tres razones: estudios no extrapolables, estudios con sesgo y estudios con sesgos de falso positivo. Los estudios no extrapolables son aquellos en los que, detectándose indicios de peligrosidad de algún compuesto para seres humanos, intentan probar dicho peligro con animales a los que se le administra el compuesto o en dosis muy elevadas o en dosis muy pequeñas y de forma crónica. La principal falencia de ello es, de partida, que no siempre los efectos en animales son equiparables a los del ser humano, de partida porque son organismos y metabolismos distintos, pero dejando ese punto de lado podemos decir que el principal problema de estos estudios es la dosis. Un claro ejemplo de esto es un estudio para observar la capacidad carcinógena de colorantes caramelo E-150 (2- y 4-metilimidazol) presente en las bebidas tipo cola. En el estudio se les hizo ingerir a ratas y ratones 40, 70 y 170 miligramos por kilogramo de los compuestos durante dos años, lo que les generó cáncer pulmonar, daños cardiacos, al páncreas y a la glándula tiroides [13], sin embargo si consideramos el peso de una persona (unos 70 Kg.), para consumir una dosis de 40 miligramos por kilogramo deberíamos consumir aproximadamente 3 gramos del compuesto puro. Ahora si tomamos el contenido de E-150 de una lata de bebida tipo cola el cual bordea los 130 microgramos, una persona de 70 Kg. Debería consumir 21.000 latas de bebida tipo cola diariamente durante dos años para verse sometida a los mismos efectos que las pobres ratitas. Sin embargo el año 2012 [14] y gracias a la agrupación ciudadana Center for Science in the Public Interest el estado de California en Estados Unidos forzó a las dos mayores productoras de bebidas cola a rotular el contenido de estos compuestos en el envase para “prevenir” a los consumidores de que estaban consumiendo carcinógenos, lo que llevó a dichas compañías a retirarlos de la producción, siendo que en verdad no existe evidencia que estos productos tuviesen efectos negativos para los humanos.
Los casos de estudios con sesgo son más complejos de interpretar, esto debido a que depende de las variables de la toma de muestra y de efectos que hayan sucedido durante el estudio o, en buen español, si el estudio se hizo de manera correcta o no. Ejemplo de esto, no en el aspecto alimentario, pero que si tiene que ver con la fobia al efecto de los celulares y las antenas de celular, es el estudio Interphone realizado por un consorcio de investigadores de 13 países, el cual mostró un aumento moderado en el riesgo de glioma (un tipo de tumor cerebral) en quienes pasaron más tiempo en llamadas de teléfonos celulares. Sin embargo el grado de uso de celulares proporcionado por algunos participantes no era probable y algunos participantes tenían un riesgo menor comparados con el grupo de control (gente que no usaba celulares), por lo que los mismos investigadores desecharon ese aumento, tildándolo de no concluyente. [15] Existen casos, sin embargo, en los que los investigadores concluyen de forma errada, uno de estos casos está presente en el libro “Ciencia o Vudú” con respecto a las líneas de tensión y el cáncer, en el estudio que presenta el libro los investigadores concluyen que hay un efecto en la generación de cáncer y la cercanía a las líneas de alta tensión, sin embargo, al revisar la muestra se observa que la toma de muestra fue sesgada, pues se escogió a las personas que tenían cáncer y se vio a las que vivían cerca de líneas de alta tensión, siendo que en grandes ciudades hay una gran cantidad de dichas líneas y la probabilidad de vivir cerca de una de ellas es alta. En ese caso la forma correcta hubiese sido elegir a las personas que viven cerca de líneas de alta tensión y ver cuántas de ellas tienen cáncer. El cambio puede parecer sutil, pero es muy importante ya que cambia por completo las conclusiones que pueden ser obtenidas del estudio [16].
Finalmente al referirnos a los falsos positivos es relacionar algo que en realidad no tiene relación, de este tipo hay una gran cantidad principalmente debido a que son estudios en condiciones de laboratorio y estos no toman en cuenta todas las variables que se pueden producir “in vivo” o bien porque al ser organismos vivos, la cantidad de variables que pueden afectar pueden conducir a confundir los efectos de dichas variable. Esto es algo que puede sonar a chino, pero queda bastante claro en el siguiente ejemplo: en 2014 un estudio de la Sociedad Europea de Cardiología desprendía que los consumidores de café tenían mayor riesgo cardiovascular, o sea existían mayores probabilidades de tener un ataque cardiaco por consumir café. Postura que fue corregida al incluir el tabaquismo. En este estudio existió el riesgo de considerar el café como precursor de enfermedades cardiovasculares, sin embargo los investigadores fueron lo suficientemente sagaces para notar la influencia del tabaquismo en los consumidores de café y corrigieron los datos. [17]
Volviendo a la Quimifobia como tal, la mezcla de los estudios (generalmente en jerga científica) más el temor anidado en el ámbito social generan una “mala publicidad”, lo que finalmente hace que se incremente la alarma. Por poner un ejemplo, la canadiense International Agency for Research on Cancer (IARC) realizó un estudio en los años 90’s sobre la relación del cloruro de vinilo (gas utilizado en la producción del conocido PVC) y el desarrollo de cáncer de hígado. De una población de 14.351 expuestos al gas en 19 fábricas, se encontraron 24 casos de cáncer. En comparación a los 8 casos que se encuentran en cualquier población no expuesta al gas, hay un aumento significativo, algo que confirma la relación con la enfermedad [18]. Sin embargo la forma en que se presentan los datos frente a la opinión pública afecta de forma importante. Es distinto decir que la población expuesta al cloruro de vinilo tiene un 300% de probabilidades de tener cáncer de hígado a decir que un 0,002% de la población investigada desarrolló cáncer de hígado, siendo ambas afirmaciones estadísticamente correctas, pero una de ella mucho más alarmista.
A pesar de todo lo anterior no podemos negar que la quimifobia tiene cierta base en la que sostenerse, efectivamente existen compuestos químicos muy nocivos para la salud humana y el medioambiente los cuales fácilmente pueden producir el temido cáncer o derechamente la muerte, no obstante estos distan mucho de ser solamente sintéticos, muchos también son naturales. Un ejemplo muy claro es lo ocurrido con la Aristolochia chilensis, más conocida como “Oreja de Zorro”, planta que es utilizada en el país como remedio natural para tratar la gota, artritis y otros problemas inflamatorio, sin embargo estudios tanto internacionales como nacionales, han descubierto que los ácidos aristolóquicos, presentes tanto en hojas como en raíces de esta familia de plantas, son un agente genotóxico muy potente, aumentando las probabilidades de generar cáncer aún más que el tabaco y la luz ultravioleta [19]. Así mismo, la dosis y forma de exposición también son de crucial importancia para saber la toxicidad de un compuesto, un caso extremo de esto es la toxina botulínica, la cual es una de las toxinas más letales que existen. Es producida por la bacteria Clostridium botulinumy produce la enfermedad llamada “botulismo”, la cual se caracteriza por la parálisis muscular progresiva, la que produce la muerte al afectar el sistema respiratorio [20]. Esta neurotoxina es tan letal que un gramo de esta, dispersada en aerosol e inhalada, podría matar a un millón de personas [21], sin embargo tiene un amplio uso médico ya que en dosis adecuadas permite la rehabilitación en numerosas enfermedades, tales como distonía focal, espasticidad, blefarospasmo, síndrome miofacial y dolores neuropáticos [22], además de ser utilizada cosméticamente con el nombre comercial: Botox. Este es un ejemplo claro que la toxicidad de un compuesto depende principalmente de la dosis, algo tan letal como la toxina botulínica puede ser utilizado para tratamientos médicos y de belleza, mientras que algo tan común y necesario como el agua puede ser tóxica y potencialmente mortal si se consume en exceso (hiperhidratación), con un límite de 7,5 litros de agua en un corto periodo de tiempo debido a la condición llamada Hiponatremia [23], existiendo casos conocidos, principalmente en atletas de alto rendimiento [24].
Para terminar, debemos recordar que la quimifobia es una respuesta exacerbada, un temor irracional, como químicos podemos ayudar a erradicarla haciendo notar inconsistencias, explicando nuestro trabajo y los trabajaos publicados, mostrando el aporte que hacemos a la sociedad y ofrecernos a resolver las dudas en un lenguaje claro y entendible, por lo que si usted, querido lector, tiene alguna duda o alguna parte de nuestro artículo no le quedó clara, lo invitamos a contactarnos para que así vayamos logrando que el miedo que genera todo lo químico pueda ir desapareciendo.
Referencias
- https://en.wikipedia.org/wiki/Chemophobia
- Christian Fuchs. Internet and Society: Social Theory in the Information Age. Routledge, 2007.
- https://es.wikipedia.org/wiki/Fullereno
- http://repositoriodigitalonemi.cl/web/handle/123456789/226
- http://w1.conicyt.cl/premios/naturales/jGarbarino.html
- http://www.elmundo.es/internacional/2014/12/03/547db7aa22601d1c4c8b4598.html
- http://www.rockefeller.edu/about/awards/nobel/bmerrifield
- http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/12/131203_odio_quimica_finde
- http://www.agbioworld.org/biotech-info/articles/spanish/desarrollo.html
- http://www.nytimes.com/books/97/10/05/reviews/carson-spring.html?_r=1&oref=slogin
- http://www.ecoosfera.com/2013/10/que-es-y-por-que-debemos-evitar-el-glutamato-monosodico/
- Veronika Husarova and Daniela Ostatnikova (2013), “Monosodium Glutamate Toxic Effects and Their Implications for Human Intake: A Review,” JMED Research, Vol. 2013 (2013)
- Chan PC. NTP technical report on the toxicity studies of 2- and 4-Methylimidazole (CAS No. 693-98-1 and 822-36-6) administered in feed to F344/N rats and B6C3F1 mice. Toxic Rep Ser. 2004 Apr;(67):1-G12.
- Petition to Bar the Use of Caramel Colorings Produced With Ammonia and Containing the Carcinogens 2-Methylimidazole and 4-Methylimidazole. Submitted by the CENTER FOR SCIENCE IN THE PUBLIC INTEREST February 16, 2011.
- INTERPHONE Study Group. Acoustic neuroma risk in relation to mobile telephone use: results of the INTERPHONE international case-control study. Cancer Epidemiol 2011 Oct; 35(5):453-64.
- Park, Robert L (2000), Voodoo Science: The road from foolishness to fraud, Oxford, U.K. & New York: Oxford University Press.
- http://www.infosalus.com/actualidad/noticia-consumir-te-cafe-no-perjudica-corazon-asocia-aumento-muerte-otra-causa-20140830133433.html
- http://monographs.iarc.fr/ENG/Monographs/vol100F/mono100F-31.pdf
- http://www.quimicaybiologia.usach.cl/investigacion-revela-peligro-latente-en-hierba-medicinal
- http://web.minsal.cl/node/1038
- epi.minsal.cl/epi/html/public/bioter/botul/botarma.doc
- Álvaro Moyano V., Fernando Cubillos O., Paula Maldonado A., Eduardo San Martín. “Toxina botulínica y su importancia en el campo de la rehabilitación.” www.redclinica.cl.
- https://es.wikipedia.org/wiki/Hiponatremia
- http://www.gssiweb.org/es-mx/Article/sse-88-hiponatremia-en-atletas